viernes, 18 de marzo de 2016

¿Estancamiento, retroceso, involución? - Atilio BORÓN

La Haine / Rebelión
3/3/16

Hipótesis sobre la génesis de ciertos acontecimientos recientes en América Latina
La región vive una coyuntura muy especial: al anunciado cambio de época proclamado con total acierto por el presidente Rafael Correa hace ya unos cuantos años lo acechan amenazas de una insólita gravedad. Proliferan las voces que pregonan -con indisimulada alegría algunos en la izquierda, con alivio otros en la derecha- el “fin de ciclo progresista”, más una expresión de deseos que un argumento sólidamente fundado. Pero más allá de esta disyuntiva, es indudable que el gran impulso ascendente de las luchas sociales y las fuerzas progresistas que desde finales del siglo pasado conmovieron a la región se ha ralentizado. La derrota del ALCA en Noviembre del 2005 aparece ahora, en perspectiva histórica, como el cénit de un proceso que luego iría debilitándose paulatinamente. Sin embargo, la inercia histórica era tan fuerte que ese auge de masas hizo posible las victorias de Evo Morales en Bolivia a finales del 2005 y de Rafael Correa en Ecuador también a fines del 2006. No sólo eso: también hubo un impulso suficientemente vigoroso como para desbaratar la intentona de golpe y secesión ensayada en Bolivia en el 2008 y el golpe de estado en Ecuador en Septiembre del 2010. Pero, posteriormente, ese antiguo vigor fue menguando hasta llegar a una situación de estancamiento y, en ciertos casos, de abierto retroceso.
El más importante, sin duda, fue el caso de la Argentina: este es el primer, y hasta ahora único, país gobernado por una coalición progresista que fue derrotado en una elección presidencial. En su lugar ascendió al poder una heteróclita fuerza de derecha, que hizo de su subordinación a EEUU y a los cánones del neoliberalismo el principio rector de todas sus políticas. En Venezuela el oficialismo sufrió una durísima derrota en las elecciones de la Asamblea Nacional de Diciembre del pasado año pero el chavismo aún conserva el gobierno. No obstante, surgen muchas dudas acerca de su estabilidad en el mediano plazo y la gobernabilidad del orden democrático venezolano ante el abismo que separa un Ejecutivo acosado por innúmeros problemas de gestión y corrupción y un Legislativo dominado por una derecha rabiosa y vengativa, y cuya lealtad a las reglas del juego de la democracia es más que dudosa. Y apenas hace unos días, la ajustada derrota, pero derrota al fin, sufrida por el gobierno del presidente Evo Morales en el referendo constitucional viene a completar una trilogía de fracasos que se torna aún más preocupante si se tiene en cuenta que hace pocos meses las fuerzas de izquierda en Colombia perdieron la Alcaldía Mayor de Bogotá y la de otras importantes ciudades. Agréguese a lo anterior la tambaleante situación del gobierno de Dilma Rousseff en Brasil, cuya continuidad en el cargo parece cada vez más pender de un delgado hilo, para comprender la gravedad del momento actual de la política sudamericana.
Autocrítica y debate: la gran ausencia
Una coyuntura como esta, descrita a grandes rasgos dado que es por todos conocida, exige llevar a cabo un análisis en profundidad de las causas que la explican. Para ello es necesario ejercer, como punto de partida, una sana y profunda autocrítica, huyendo de los discursos autocelebratorios que por demasiado tiempo prosperaron en la región. Quisiera señalar que hay en nuestros países una resistencia enorme a la autocrítica, tanto en la izquierda “en el llano”, renuente a examinar las causas de su ineficacia y de su inoperancia históricas como fuerza política, como en la “izquierda gobernante”, que se resiste a revisar críticamente lo actuado y a tratar de entender la génesis de su desventura actual.2 Tal como lo manifestara en su momento el ex presidente Raúl Alfonsín al autor de estas líneas: “en nuestros países la autocrítica se desliza velozmente hacia la antropofagia, con las desastrosas consecuencias que se desprenden de ello”.
En el caso argentino luego de la inesperada (para el entorno presidencial) derrota del kirchnerismo representado en la candidatura de Daniel Scioli surgieron algunas voces reclamando que se explicara lo que parecía ser inexplicable. Pero a tres meses de producida la debacle del 22 de Noviembre del 2015 ni uno sólo de los dirigentes del Frente para la Victoria, comenzando por la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, dijo una palabra acerca del asunto, y eso que muchos cuadros medios del kirchnerismo y algunos analistas independientes, como el autor de estas líneas, han venido reclamando insistentemente, y en vano, una autocrítica. La respuesta ha sido el más absoluto silencio.3 Creo que sin abandonar esta actitud va a ser muy poco probable que las fuerzas de izquierda y progresistas recuperen el papel protagónico que supieron tener en el pasado. Estas líneas pretenden hacer un pequeño aporte en esa dirección
El papel de los medios hegemónicos
Avanzando en esta línea primero que nada quisiera descartar un tranquilizador argumento utilizado hasta el cansancio en los últimos tiempos y según el cual la causa de este retroceso obedece a la perversidad de los medios concentrados que dispararon toda su artillería en contra de los gobiernos populares y manipularon eficazmente a la opinión pública. Sin duda que eso fue lo que hicieron, y de una manera brutal. Pero antes también lo habían hecho: ¿o acaso no ganaron Evo, Correa, el propio Chávez, Cristina, Lula, en contra de la presión de los medios hegemónicos? ¿Por qué entonces su prédica no surtió efectos tan deletéreos como los que demuestran al día de hoy? ¿Qué fue lo que potenció su gravitación? ¿Qué hubo en el medio?
Repasemos: Una gestión de gobierno, con sus aciertos y errores4; una campaña electoral, pobre y mal concebida en Argentina, Bolivia y Venezuela, a contrapelo de los avances registrados en esa materia; la personalidad de los líderes, siempre sometida a intensas presiones, que pueden provocar reacciones desafortunadas o extemporáneas; el counseling de “la Embajada” asesorando a través de sus redes de ONGs a la oposición en la elaboración del discurso político, la presentación de los candidatos, la agenda a ser promovida, etcétera, todo lo cual constituye el marketing político cuya importancia no hace sino crecer de la mano, como lo subraya una y otra vez Noam Chomsky, de los avances en los estudios de la psicología del consumidor; las “campañas sucias” desacreditando a los candidatos progresistas que si bien jurídicamente quedan en la nada inciden en la opinión de una porción del electorado; el terrorismo mediático, amedrentando a la población sobre los males que sobrevendrán ante la insistencia de proseguir marchando por el “rumbo equivocado” a la vez que se agigantan los problemas actuales y se ocultan los logros de esos gobiernos; la “guerra económica”, de la cual Venezuela es la principal si bien no la única víctima, y que genera desabastecimientos, largas colas de los consumidores para adquirir productos de primera necesidad y ataques especulativos contra la moneda entre otras cuestiones; el agotamiento del boom de las commodities producido por la persistencia de la crisis general del capitalismo y, por último, la “fatiga política” de sociedades cada vez más partidarias del cambio y la renovación de caras, programas, estilos de gobierno.
En suma: no se trata de negar el importantísimo papel de los medios pero sería un ejercicio de autocomplacencia quedarnos allí y no ver el cúmulo de otros factores intervinientes, entre ellos nuestros propios errores, que en el caso argentino fueron de tal gravedad que echaron por la borda doce años de gobierno y beneficiaron a un político, Mauricio Macri, que menos de un año antes no tenía chance alguna de salir victorioso en cualquier contienda electoral que tuviera lugar fuera de la ciudad de Buenos Aires. No sería exagerado aventurar que en este terreno el error principal –cometido no sólo en la Argentina sino en todos los países ya mencionados- fue carecer de una correcta política de comunicaciones; no haber comprendido los gobiernos populares que la comunicación política es un arte y una ciencia, que fue cultivada con esmero por la derecha bajo la asesoría de sus mentores norteamericanos y que nuestras respuestas fueron meramente instintivas, intuitivas, amateurs en más de un sentido. No supimos contrarrestar esa ofensiva, ni en los medios ni en las redes sociales. Estas últimas, sobre todo, podrían haber sido aprovechadas de modo mucho más eficaz para nuestra causa y no lo fueron. Y sin una adecuada comunicación política lo mucho y bueno que hicieron estos gobiernos quedó sepultado bajo una campaña de mentiras, tergiversaciones y descalificaciones orquestada por los oligopolios mediáticos, manipulando el sentir y la percepción de grandes sectores de la opinión pública.
Encarar seriamente el desafío del tema comunicacional es una de las asignaturas pendientes más decisivas que enfrentarán los gobiernos y las fuerzas progresistas y de izquierda en los próximos meses. Hace tiempo que somos varios los que venimos insistiendo en este tema, sin que hasta ahora nuestras exhortaciones hayan sido tenidas en cuenta. La realidad actual nos obliga, en este terreno, a pegar aquel “golpe de timón” –para usar una expresión acuñada por Hugo Chávez- para elaborar, de conjunto, una estrategia continental de comunicaciones para librar en mejores condiciones la batalla de ideas, que es el núcleo fundamental de la batalla política. La derecha tiene una estrategia continental; nosotros no, y ni siquiera tenemos adecuadas estrategias comunicacionales a nivel nacional. Esto debe ser remediado sin más demora.
El cambio cultural y el impacto del “vulgorepublicanismo”
Dicho lo anterior y descartada la utilidad heurística y práctica de la unicausalidad mediática queremos llamar la atención a una segunda cuestión, muy importante y muy poco estudiada: el fenómeno del cambio cultural que ocurrió en los países latinoamericanos en los últimos quince años y que modificó en gran medida el entramado de valores, actitudes y creencias de las clases y capas populares. Esta es una dimensión que desgraciadamente no ha sido hasta ahora tenida en cuenta en los análisis de la izquierda y del progresismo, más centrados en torno a los componentes más crematísticos de la lucha de clases: salarios, ingresos, ganancias, plusvalías, desempleo, inflación. Estas dimensiones económicas son cruciales, pero desgraciadamente no son las únicas que cuentan porque todos los procesos vinculados a ellas están mediados por la ideología, el lenguaje y la cultura.
A partir de esa premisa quisiera sugerir que hay un elemento novedoso en la cultura de las clases y capas populares que permite formular algunas conjeturas acerca de las razones por las cuales tres gobiernos que llevaron a cabo ambiciosos programas de política social, que redistribuyeron ingresos, incluyeron a poblaciones secularmente oprimidas y excluidas, repartieron viviendas, abrieron las universidades al pueblo, protegieron minorías (o, en Bolivia, mayorías secularmente marginadas) fueron derrotados por los voceros del neoliberalismo que representaban la perpetuación de aquellas condiciones de opresión y explotación. ¿Cómo explicar este disparate?
Creo, en primer lugar, que ciertos componentes del discurso del “vulgorepublicanismo”, desdeñados por la izquierda, penetraron muy profundamente en el suelo popular. Por aquél debe entenderse un discurso que exalta las virtudes de la alternancia de los gobernantes como el test ácido de cualquier régimen democrático y, por consiguiente, la perversidad de cualquier propuesta política que pretenda abrir el camino a la perpetuación en el poder de un líder o de una fuerza política, por más popular que sea. Otro componente de aquel discurso exalta las bondades del cambio, no importa en qué dirección ni para hacer qué o en beneficio de quienes. El mundo está en constante mutación; el vértigo del progreso tecnológico hoy lo experimenta cualquier que acceda a un teléfono celular, cosa que no ocurría en el pasado. Y si el mundo cambia así de rápido en la esfera de la tecnología de la vida cotidiana, y en los usos y costumbres de la sociedad, ¿por qué no debería también cambiar en la política? Lo importante es cambiar. Lo que está, estuvo, y debe ser dejado atrás, hay que ir para adelante, confiados en el rumbo que señala el progreso técnico. El macrismo en la Argentina captó con mucha astucia este nuevo estado de ánimo cultural arraigado fuertemente en la sociedad argentina, al punto tal que la coalición que encabezó se denominó Cambiemos. Y tengo para mí que un fenómeno no muy distinto se está experimentando en casi todos nuestros países, incluyendo Cuba.5
Otro componente muy fuerte del “vulgorepublicanismo” es la idea de que existe una prensa independiente, que dice la verdad y que los gobiernos progresistas quieren acallar apelando a las más canallescas estratagemas: asfixiándolas negándoles la publicidad oficial, impidiendo su libre circulación, amenazando periodistas, etcétera. Tanto penetró esta idea que muchas gentes de los sectores populares, por lo menos en la Argentina, se sentían representados e interpretados por lo que la oligarquía mediática decía o emitía por radio o televisión. La prensa oficialista, u oficiosa, prestó un inestimable servicio a la derecha al presentar imágenes idílicas de la realidad, aumentando de ese modo el repudio de amplios sectores sociales al gobierno que, según los medios hegemónicos, “mentía” al pueblo. Por ejemplo, sostener que la inflación anual era de un dígito cuando el mismo gobierno homologaba convenios colectivos de los trabajadores con aumentos del 28 o el 30 por ciento; o admitiendo que el nivel de pobreza de la Argentina era equivalente al de Alemania, lo cual provocó no sólo el rechazo sino el enojo de los sectores populares que sentían que estaban siendo objeto de burlas por parte del gobierno nacional. Lo único que se logró con esa actitud fue que la sociedad perdiera totalmente confianza en lo que decía el gobierno. El poder mediático ni siquiera necesitaba mentir: simplemente ponía la noticia de los índices oficiales de inflación en primera plana, con resultados devastadores porque los asalariados sentían en sus bolsillos cuál era la dimensión real de ese flagelo.
La percepción de las políticas sociales y los derechos sociales
Más allá de los estragos del “vulgorepublicanismo”, creo también que los receptores populares de las políticas sociales ya no tienen la respuesta de antaño ante las mismas. Con aquellas políticas, precozmente implementada en los años cuarentas y cincuentas el peronismo, sin ir más lejos, conquistó la lealtad del pueblo durante tres generaciones. No ocurrió lo mismo con el kirchnerismo.6 Lo que puedo percibir, en función de observaciones dispersas pero en profundidad, es una suerte de fatiga ante el asistencialismo y ante la inefectividad, socialmente percibida, de las políticas sociales que no extraen a sus beneficiarios de la pobreza. Gentes del “conurbano profundo” de la Argentina, “targets” preferenciales de múltiples programas sociales del kirchnerismo, me confiaban días antes de las elecciones que votarían a Macri porque estaban hartos del clientelismo, de que los intendentes los llevaran de aquí para allá para vitorear a Cristina o a algún candidato, de tener que recibir una dádiva. Y además, señalaban muchos, “seguimos siendo pobres, muy pobres. Queremos trabajo genuino, y para eso tienen que venir inversiones. Y Macri puede traerlas”. La exigencia de “trabajo genuino” y la desconfianza en relación a los programas sociales aparecen como elementos novedosos en la escena popular argentina, sobre todo la segunda, cuando tales programas eran antes vistos como un derecho legítimo y suficiente.
Puede ser que la superación del abismal desamparo social de los años noventas haya contribuido a “naturalizar” programas tales como la asignación universal por hijo y embarazo, la formalización del empleo doméstico acabando con las contrataciones no-registradas (“en negro”) para las trabajadoras del hogar y la universalización de la jubilación y que ahora sus beneficiarios, con toda razón, exijan nuevos derechos. Lo paradojal es que lo hagan apelando a una fuerza conservadora que jamás se preocupó por el bienestar de las clases y capas populares. En todo caso, y sin abundar tanto en detalles, el “trabajo genuino” aparece como una reivindicación de primer orden. El asistencialismo está bien por un tiempo pero cuando en función del mismo “mi familia hace tres generaciones que no trabaja y vive de planes sociales y mis hermanos terminan transando droga”, como me dijo un joven de José C. Paz, un distrito muy pobre del Gran Buenos Aires, la demanda se dirige a otro lado: a un trabajo estable, formal, registrado, rompiendo la dependencia de punteros, intendentes y jefes políticos.
Creo que algo similar ha ocurrido en Bolivia, aunque hay aspectos que emparentan más este caso con el de Venezuela. En efecto, en estos dos países la clase media como grupo de referencia, que no de pertenencia, irrumpió con fuerza en el imaginario popular. Dado que “el Comandante Chávez nos ha dado esta casa” -decía un caraqueño que participaba en un acto de Henrique Capriles con su franela ‘roja-rojita’ distintiva del chavismo- “ahora somos clase media y tenemos que cuidar lo que es nuestro. Chávez seguirá protegiendo a los más pobres, pero nosotros, como clase media, tenemos la obligación de cuidar lo que es nuestro. Y para eso nada mejor que Capriles.” Este fenómeno creo que también se reprodujo en cierto grado también en Bolivia.
En otras palabras, y sintetizando un razonamiento que podría ser muy largo, la tesis que quisiéramos compartir aquí es que, en ausencia de una intensa labor de educación política y concientización al estilo freiriano la expansión del consumo popular o el acceso a ciertos bienes y servicios no crea lealtades políticas duraderas ni es material confiable para la construcción de hegemonía política en el mediano plazo. El caso de Brasil demuestra más o menos lo mismo, y la matriz profunda creo que se encuentra precisamente ese cambio cultural que no hemos sabido interpretar en toda su significación. Cambio que ha tornado a las clases y capas populares más receptivas a interpelaciones “vulgorepublicanas” y a la seducción del consumismo y los valores mesocráticos, o clasemedieros, y por lo tanto, más reacias a aceptar las propuestas de gobiernos que exaltan las virtudes de la solidaridad, los derechos colectivos, la cooperación y la justicia social. Esto, va de suyo, constituye un enorme desafío a futuro.
La problemática de la organización
Un tema también insoslayable es la cuestión de la organización. No es un dato menor que la densidad organizativa de los países que estamos analizando se haya debilitado significativamente. En el caso de la Argentina ni el Frente para la Victoria, ni La Cámpora, ni Unidos y Organizados lograron plasmar estructuras organizativas dotadas de un mínimo de eficacia militante. Fueron creaciones burocráticas que no llegaron a calar en la profundidad del suelo popular. El debilitamiento de quien otrora fuera el mayor partido de masas de Occidente, el PT brasileño, salta a la vista, y dejó tanto al presidente Lula como, sobre todo, a la presidenta Dilma Rousseff indefensos ante los viciosos ataques de sus enemigos. En Bolivia también es fácil de observar el enflaquecimiento de los movimientos sociales, surcados por divisionismos, denuncias y ambiciones personalistas de todo tipo. Y otro tanto cabe decir si se examina la experiencia de Alianza País en Ecuador. No todos estos cuatro casos son iguales, hay matices, hay sumas y restas, pero el común denominador apunta hacia los problemas del enflaquecimiento y anemia de las estructuras organizativas, acompañadas por la deserción de importantes aliados, una pérdida de la mística militante y el impulso utópico de otros años. También, por la incapacidad para neutralizar la labor de socavamiento interno realizado por numerosas ONGs norteamericanas y europeas cuya función real es introducir divisiones en los movimientos populares y fomentar el enfrentamiento con las autoridades gubernamentales. Tal vez el PSUV venezolano pueda representar un caso más atenuado, pero igualmente inscripto en la misma línea tendencial.
De lo anterior se desprende la enorme importancia práctica, y la urgencia, por reconstruir las estructuras organizativas del campo popular. Para gobiernos que pretenden cambiar un estado de cosas injusto en la región más injusta del planeta la organización de lo que Maquiavelo llamaba “la calle” es de una enorme importancia estratégica. No basta con ocupar las “alturas del Estado”, como recordaba Nicos Poulantzas, para llevar adelante un programa siquiera moderadamente reformista. La inercia conservadora del estado, de todos los estados, cualesquiera que sea el signo político del gobierno, acabará por frustrar la posibilidad de un cambio. Para que este sea posible es preciso que el pueblo, “la calle”, se organice eficazmente. Desgraciadamente hay una tentación que reaparece una y otra vez en los gobiernos y que los lleva a desestimar la importancia de esto último: la “tentación tecnocrática”, pensar que hay quienes saben más y saben mejor, y que si se los deja obrar sin los ruidos y las molestias de la calle gobernarán mejor. Craso error.
Aislado de un pueblo organizado y militante, el gobierno más radical es fácil presa de sus enemigos. Estos tienen bajo su control gran parte del personal de la administración pública, de las fuerzas armadas, de las policías, de la judicatura, del Congreso y aparte cuentan con el apoyo de los medios hegemónicos, del gran capital, de los poderes internacionales, comenzando por “la Embajada”. Además, estos grupos de poder pueden movilizar a amplios sectores populares en contra de los gobiernos a través de campañas de terror o de sus fábricas de mentiras. Lo ocurrido en Ecuador en relación a las leyes de herencia y plusvalía es de una elocuencia que ahorra mayores palabras.
En suma, una correlación de fuerzas extraordinariamente desfavorable, aunque las apariencias electorales señalen lo contrario. Pero la correlación de fuerzas no se mide sólo por el veredicto de las urnas. Y para ello se requiere invertir grandes esfuerzos para desarrollar nuevas estructuras de organización del campo popular: más autónomas y plurales, menos verticalistas y personalistas, y diversas aunque no dispersas. Esto sin caer en un “basismo” paralizante a fuerza de pura catarsis, capaces de ejercer la crítica de sus propios gobiernos y, al mismo tiempo, ganar la calle para defenderlo de sus enemigos de clase. Estructuras, por último, que cumplan una crucial función de “dirección intelectual y moral”, como decía Antonio Gramsci, y que sean el semillero de nuevos liderazgos para las lides electorales, sindicales, universitarias. De lo contrario seguiremos cosechando derrotas.
Salir del neoliberalismo, salir del capitalismo
Otro tema relacionado con el anterior es la subestimación en la que incurrieron las más diversas (y encontradas) corrientes de la izquierda y el pensamiento crítico de las enormes dificultades que se interponen a la construcción de un orden no sólo posneoliberal sino también pos-capitalista. Lo que los datos de la experiencia demuestran irrefutablemente es que la sola tarea de dejar atrás la gravosa herencia del neoliberalismo constituye casi una hazaña y que, precisamente por eso, nada podría ser más dañino que la alegre y complaciente celebración de la presunta llegada del posneoliberalismo a nuestras playas. Planteamiento este que parece ignorar que todavía hoy la liberalización financiera, la desregulación de los mercados, la privatización, la precarización laboral, la desindustrialización, la especialización productiva siguen teniendo una presencia definitoria en casi todos los gobiernos progresistas y de izquierda de la región y que estos aún se encuentran sumergidos en el neoliberalismo y lejos de las promisorias aguas del posneoliberalismo.
Así como Marx y Engels, y después Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburg subestimaron la resiliencia del capitalismo como sistema y su formidable capacidad para absorber desafíos de todo tipo, el pensamiento crítico latinoamericano y las fuerzas de izquierda fueron también ellas víctimas de la misma ilusión. No era tan fácil derrotar al neoliberalismo y mucho menos iniciar el tránsito hacia el poscapitalismo. Este reconocimiento de ninguna manera es una concesión derrotista o una exhortación a abandonar la tarea ante la supuesta inexpugnabilidad del sistema sino que pretende enfatizar la necesidad de mejorar nuestro conocimiento del capitalismo como sistema mundial y en sus diversas concreciones nacionales. Quien no conoce no puede cambiar lo desconocido. Por eso recordaba Lenin que “nada hay más práctico que una buena teoría”. La tarea, por supuesto, es mucho más dura de lo que se pensaba porque el ataque a una ciudadela capitalista en la periferia -digamos Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Venezuela- no sólo es repelido por una vigorosa, multifacética y policlasista coalición interna sino que pone en funcionamiento las redes globales de defensa del sistema: las normas e instituciones internacionales (capitalistas hasta la médula) que regulan el funcionamiento de la economía mundial y que acuden rápidamente a socorrer a la fortaleza sitiada por las fuerzas anticapitalistas.
El caso de los “fondos buitre” en Argentina ilustra con extraordinaria nitidez los nefastos alcances de este entramado capitalista mundial que cancela la soberanía de algunos estados nacionales; la arbitrariedad con que la legislación internacional penaliza a países de la periferia (Ecuador, con lo de la Chevron; Argentina, con los “fondos buitre”, y así sucesivamente; el papel del Departamento del Tesoro de EEUU al penalizar a los bancos que viabilizan el comercio exterior de Cuba es otro ejemplo de lo mismo, así como las reglas de la OMC, la perniciosa influencia del CIADI del Banco Mundial o las regulaciones no-arancelarias que descaradamente protegen las economías de los gobiernos autoproclamados como voceros de una economía mundial regida por la libertad de comercio. Si a lo anterior le sumamos, para seguir con esta metáfora gramsciana de las trincheras, fortificaciones y casamatas, el crucial papel de los medios de comunicación, controlados por la burguesía imperial y sus aliados locales (que han creado una suerte de “Plan Cóndor de la Información” para desaparecer a la verdad) así como su victoria en la batalla de ideas comprobaremos que la superación del capitalismo es una tarea bastante más complicada de lo pensado.
Sobre el “fin del ciclo progresista”
El complicado y amenazante tablero geopolítico mundial ha lanzado a Washington a la reconquista de América Latina, por cualquier método: “golpes blandos”, como en Honduras y Paraguay (que de blandos no tienen absolutamente nada); “guerras económicas”, como contra Venezuela; chantajes vía la demolición del precio del petróleo, para hundir a los principales enemigos del imperio: Rusia, Venezuela e Irán. “Desestabilizaciones continuas y acosos permanentes” a los gobiernos populares de la región, y así sucesivamente. Es que EEUU necesita de una América Latina subordinada por completo, sin fisuras, para poder arremeter contra sus enemigos extracontinentales en Oriente Medio, Ucrania y el Mar del Sur de la China. Se comprende entonces la desesperación de la reacción imperial, desde el Tea Party hasta los exabruptos de Donald Trump y la urgencia de Barack Obama por “normalizar” las relaciones con Cuba, obstáculo fundamental para avanzar en la construcción de un nuevo consenso imperialista en el hemisferio.
Se comprende también la premura por redibujar el mapa sociopolítico de la región, para volver a una Latinoamérica también “normal”, es decir, acorde con la vieja historia en la cual los gobiernos del área se encolumnaban sin chistar detrás de las posturas de Washington. En otras palabras, regresar a la situación imperante hasta el anochecer del 31 de Diciembre de 1958, víspera de la Revolución Cubana. Tal intento está destinado al fracaso, pero eso no quiere decir que el imperio vaya a desistir de sus propósitos. Por eso los países de América Latina y el Caribe han ingresado en una zona de fuertes turbulencias. Algunos se apresuran a profetizar un supuesto “fin de ciclo” de los gobiernos progresistas y de izquierda, pero los datos duros de la experiencia no avalan ese pronóstico.7 Son gobiernos acosados y hostilizados y, en el caso de la Argentina, se sufrió una lamentable –e innecesaria, gratuita- derrota. El panorama venezolano no es alentador pero nada autoriza a pensar en la inminencia de un recambio constitucional del Ejecutivo a favor de la MUD. En las elecciones parlamentarias del 6 de Diciembre del 2015 hubo más de dos millones de chavistas que, enojados por la ineficacia oficial para controlar la situación económica, no acudieron a las urnas, pero sería poco sensato pensar que en una futura compulsa presidencial votarían por la derecha.
En suma: estamos transitando una nueva fase económica (agotamiento del boom de las commodities latinoamericanas) y estancamiento o retrocesos de la movilización social y política, fase que plantea nuevas contradicciones y renovadas tensiones creativas, como recuerda Álvaro García Linera.8 Pero sería imprudente descartar ab initio la posibilidad de una recuperación del impulso ascendente de masas acicateado por la continuación de la crisis general del capitalismo y las penurias que este derrama sobre la periferia, potenciadas por la brutalidad de los ajustes neoliberales como los que se han puesto en marcha en la Argentina y, en menor medida, en Brasil. Una periferia, digámoslo brevemente, que no sólo experimentó un avance social y político sin precedentes en los últimos quince años, reduciendo las enormes brechas de desigualdad de antaño y adquiriendo una amplia gama de derechos ciudadanos que difícilmente puedan ser conculcados sin desencadenar enormes resistencias. Más importante aún, si algo ocurrió en América Latina y el Caribe, al calor de las grandes luchas en contra del ALCA y en pro de las transformaciones que modificaron significativamente el paisaje económico, social y político de los países de la región, fue el nacimiento de una difusa conciencia política antiimperialista y anticapitalista -intuida más que intelectualmente elaborada- tal vez confusamente expresada pero aún así dotada del suficiente vigor como para erigirse en un obstáculo nada desdeñable para los proyectos restauradores patrocinados por el imperio en la región.
De acuerdo a lo expresado más arriba podría hipotetizarse que más que la redistribución de bienes materiales el legado más significativo de estos años también ha sido un significativo cambio en la conciencia de las clases y capas populares, acompañando la expansión de los derechos ciudadanos y la construcción de estados democráticos basados en su activo protagonismo. Para los gobiernos neoliberales seguramente que será más sencillo reconcentrar los ingresos que abolir nuevos derechos recientemente conquistados y desciudadanizar a capas y grupos sociales que con estos procesos adquirieron por primera vez su condición de miembros de la comunidad política e internalizaron, si bien de manera difusa, el ideario emancipatorio y latinoamericanista del bolivarianismo. Por otra parte, no estaría demás interrogarse si las condiciones internacionales facilitarían un retorno al pasado, al tipo de ordenamiento hemisférico que esta parte del mundo conocía cuando se produjo el derrumbe de la Unión Soviética y los estrategos norteamericanos se engañaban con “un nuevo siglo americano”. La respuesta es obvia, todo lo cual nos conduce a preguntarnos si sería concebible hablar de un “fin de ciclo” a partir del sólo análisis del momento económico de una formación social. No nos parece convincente ni razonable. Todo pronóstico tiene un margen de error más o menos grande y no será este autor quien incurra en temerarias profecías. Digo sí, empero, que la historia sigue su curso, y mientras discurrimos en torno a estas posibilidades el viejo topo sigue haciendo su trabajo. En suma, son cuestiones abiertas que ameritan un examen minucioso que apenas si hemos esbozado aquí.
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Notas
2. Un ejemplo es lo ocurrido en la Argentina con “Carta Abierta”. En ese espacio algunos de los más distinguidos intelectuales del país acompañaron la gestión gubernamental sin dejar trascender el menor asomo de crítica ante algunos groseros errores de gestión y de concepción que jamás deberían haber sido convalidados con su silencio. Sólo muy al final del mandato de Cristina, cuando el lamentable desenlace estaba a la vista, esbozaron algunas críticas, tardías y más bien superficiales. La justificación para esta complacencia era la virulencia del ataque de la derecha y sus grandes medios, chantajeando a quienes con sus críticas constructivas “le hacían el juego a la derecha”. La misión de los intelectuales no es nada fácil, y quedó demostrado en el caso que nos ocupa. Y no creo que sea exagerado agregar que este fenómeno está lejos de haber sido un mal exclusivamente argentino. Tengo para mí que, con distintas variantes, se reprodujo en otras latitudes.
3. Papel esencial, y que refuerza el de los intelectuales, es el que juegan los “entornos” presidenciales que, casi siempre con la mejor de las intenciones, impiden que el gobernante acceda a informaciones y opiniones que podrían inducirlo a cambiar de rumbo. Por algo Maquiavelo en El Príncipe recomendaba a este huir de sus consejeros y aduladores, que pavimentaban el camino hacia su propia perdición.
4. En relación a esto y para despejar cualquier duda me apresuro a expresar enfáticamente que en todos los casos que nos ocupan los aciertos históricos superan ampliamente los yerros en que puedan haber incurrido los gobiernos populares .
5. Esto remite a un tema arduo y complejo que no podemos sino mencionar aquí: la relación entre el cambio tecnológico o, dicho en el lenguaje clásico, “el desarrollo de las fuerzas productivas” y las actitudes, valores, sentimientos de la población. El fenomenal avance de la informática y las telecomunicaciones es de crucial importancia en la conformación de las identidades y opiniones políticas. Así lo comprueba, para el caso de las rebeliones de la fracasada “primavera árabe” Zbigniew Brzezinski en su más reciente obra, Strategic Vision .
6. El caso del primer peronismo requeriría un análisis muy extenso que no podemos hacer aquí. Basta con señalar, a modo de preámbulo para un estudio más pormenorizado, que la perdurabilidad de la identidad peronista refleja la radicalidad de sus políticas sociales y de la acelerada incorporación a la comunidad política de vastas masas populares hasta ese momento marginadas, todo lo cual ocurrió, además, en un contexto de rápida descomposición del estado oligárquico. Situación muy diferente a la que enfrentara el kirchnerismo y que podría ser una clave interpretativa de la distinta encarnadura social de sus legados.
7. Sobre este tema ver el dossier especial de ALAI, Revista No. 510 (Diciembre 2015), dedicado al tema “¿Fin del ciclo progresista?” http://www.alainet.org/es/revistas/510#sthash.Cq62hr5u.dpuf
8. Cf. su Socialismo Comunitario (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2015)
Texto completo en: http://www.lahaine.org/iestancamiento-retroceso-involucion


miércoles, 24 de junio de 2015

La multifacética crisis del sistema-mundo (II). Perspectivas de los movimientos populares y de los gobiernos posneoliberales de América Latina y el Caribe.- Á. GUERRA, K. ARKONADA, L. SUÁREZ y O. GONZÁLEZ (coord.)

Rebelión
4/6/15

Perspectivas de los movimientos populares y de los gobiernos posneoliberales de América Latina y el Caribe

52.- No nos corresponde definir el contradictorio impacto que los escenarios más probables, sintetizados en los dos acápites precedentes, tendrán en cada uno de los 33 estados políticamente independientes y en los 18 territorios sometidos a diferentes formas de dominación colonial en América Latina y el Caribe. Esa compleja tarea les corresponderá a los diversos movimientos sociales y políticos, y a los intelectuales y científicos sociales comprometidos con las luchas populares que en ellos actúan; asimismo, a los gobiernos revolucionarios, reformadores o reformistas –genéricamente calificados como “progresistas”, “de izquierda” y/o “posneoliberales”— actualmente instalados o que en el futuro se instalen en Nuestra América. 

53.- Sin embargo, consideramos necesario indicar que ninguno de los escenarios antes sintetizados u otros que no hayamos sido capaces de identificar, están predeterminados. En tanto los campos de batalla entre los diferentes actores sociales y políticos, gubernamentales y no gubernamentales, hemisféricos o extra hemisféricos, serán heterogéneos, al tiempo que esos mismos actores pugnarán entre sí por defender su cuota de poder o la razón de sus ideas e intereses, en esa misma medida crecerán las reacciones conservadoras y, como contraparte, la creatividad popular y la resistencia, dando lugar a la aparición de nuevos y muy diferentes escenarios. 

54.- En nuestros debates también se fortaleció nuestra convicción de que la política de saqueo y depredación de los recursos naturales renovables y no renovables y de los bienes comunes, seguida por el capital imperialista en América Latina y el Caribe, con pleno apoyo de los gobiernos de Estados Unidos y de la Unión Europea, provocará un amplio abanico de resistencias populares en buena parte de los países de la región, incluido México. 

55.- Frente a la redoblada ofensiva del capital transnacional y nacional, en el propio México se han multiplicado las formas de resistencia popular, al igual que la construcción social alternativa de los pueblos indígenas, la defensa del trabajo y las organizaciones sindicales, la lucha contra el capital transnacional minero, la defensa del agua, de la tierra, de los territorios sagrados, de los saberes, de los espacios públicos urbanos, de la educación, y la batalla permanente contra la contaminación ambiental, por la justicia y por el derecho a la vida. De manera que los desafíos para la construcción de la unidad en la diversidad, serán enormes, pero no imposibles de solventar. Encontrar los caminos para coordinar, hacer confluir y unificar las diversas formas de lucha para enfrentar el despojo y las políticas de un Estado criminal que criminaliza la resistencia, será un reto que el pueblo mexicano, sus movimientos sociales y las diversas
organizaciones políticas de izquierda, tendrán que asumir por encima de las diferencias y contradicciones que en la actualidad se advierten en el campo popular. 

56.- Estas y otras evidencias nos inducen a pensar que —ante la que se ha calificado como “acumulación por desposesión”—, los diversos sectores populares y, en especial, las comunidades indígenas, afrodescendientes y mestizas, así como las y los campesinos y las y los trabajadores sin tierra, tendrán que padecer y enfrentar incontables proyectos de minería a cielo abierto, extracción de petróleo y gas convencional o no convencional, construcción de grandes carreteras y de obras hidráulicas e hidroeléctricas, o la plantación de enormes extensiones de diversos cultivos agrícolas (algunos de ellos transgénicos, como es el caso de la soya), que llevarán aparejado el desplazamiento de miles de familias por medios coercitivos, y la pérdida de la tierra y el territorio en los que han vivido y creado su cultura. El resultado de este nuevo e incesante despojo, históricamente hablando, será la ampliación del hambre y la profundización
de la marginación a las que han estado sometidos buena parte de los habitantes de nuestro continente desde que los colonizadores impusieran, a sangre y fuego, sus múltiples formas de dominación en este, aquel Nuevo Mundo. 

57.- Lo antes dicho nos permite vislumbrar que en los próximos años se producirá una gran ola de luchas populares en defensa de la tierra y los territorios, así como del agua y otros bienes comunes, al igual que de los recursos naturales, como las que se libraron hace algunas décadas en diferentes países de América Latina y el Caribe contra las políticas neoliberales. Sin excluir a ninguna de esas luchas, consideramos importante destacar las llamadas guerras del Agua y del Gas que se produjeron en Bolivia. Como se demostró en este y otros países del continente --en Ecuador, por ejemplo--, para lograr la victoria fue imprescindible fortalecer la organización y, sobre todo, lograr la articulación de los esfuerzos de los diferentes sectores populares del campo y la ciudad en aras de ampliar la movilización popular, y, del mismo modo, organizar y consolidar la fuerza política capacitada para expresar las aspiraciones de quienes participaban en
las luchas. Esas fuerzas políticas pudieron ir mucho más lejos que la oposición de los movimientos sociales y las comunidades a los proyectos que los afectaban de manera más o menos directa, hasta transformarse en un movimiento político de alcance nacional, capacitado para disputar y arrebatar a las clases dominantes el gobierno y una parte importante del poder. 

58.- De modo que la posibilidad de derrotar la nueva ofensiva contrarrevolucionaria que han emprendido los representantes políticos, económicos, miliares e ideológico-culturales de las clases dominantes, estrechamente aliadas con las principales potencias imperialistas (y sobremanera con Estados Unidos), dependerá de la voluntad y capacidad de los pueblos latinoamericanos y caribeños para unirse y organizarse sobre una plataforma que vaya de la resistencia puntual a formas de organización político-social que permitan plantearse la toma del gobierno y del poder y, posteriormente, las transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales que se demandan. 

59.- Al mismo tiempo, los procesos políticos genéricamente calificados como progresistas y/o posneoliberales que en la actualidad se están produciendo en diferentes países de América Latina y el Caribe, implican retomar el debate inconcluso sobre el Estado y, en correspondencia, acerca de la problemática del poder. En este contexto, consideramos imprescindible asumir la necesidad de la defensa de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos y las naciones contra el imperialismo y las transnacionales; igualmente, la función reguladora y redistributiva del Estado, con la finalidad de contrarrestar los mecanismos de mercado, tan lesivos para la economía popular. Esa desmercantilización relativa permitirá que broten formas de gestión popular que sustituyan los mecanismos automáticos inherentes al propio mercado. En nuestro criterio, resulta fundamental que estos temas sean objeto de debate permanente en los distintos espacios de las
izquierdas latinoamericanas y caribeñas. 

60.- Tales debates son aún más importantes, si entendemos el camino al socialismo como una transición civilizatoria que, partiendo del desplazamiento de las clases dominantes y del poder recolonizador de la burguesía transnacional, contemple, como bases mínimas, una economía sustentable, con crecimiento y redistribución de la riqueza, el ascenso en la calidad de vida de la mayoría de la población, y una democracia participativa que posibilite el control popular en los asuntos centrales del país. Todo esto presupone rediscutir los parámetros fundamentales del desarrollo a partir de nuestras características dependientes y subdesarrolladas, colocando en un lugar primordial el debate de la matriz productiva y extractivista que caracteriza a las estructuras económicas de la mayor parte de los estados latinoamericanos y caribeños. 

61.- Esto es mucho más necesario porque a nuestros análisis los atraviesan lógicas del capitalismo y la modernidad que nos dificultan visualizar un horizonte postcapitalista. Sin embargo, tenemos que ser honestos: quinientos años de colonialismo y treinta de neoliberalismo nos han dejado déficits tan abismales que no se nos puede negar el derecho al desarrollo, a luchar para salir de la pobreza y a vivir en condiciones de dignidad plena, sencillamente humanas. La tarea para las diversas fuerzas de la izquierda en América Latina y el Caribe, especialmente cuando acceden al gobierno, es conjugar ese derecho al desarrollo con los derechos de la Madre Tierra, no entendida esta como una naturaleza estática a la que le damos derechos, sino como el conjunto de seres vivos que interactuamos en un escenario de biodiversidad. 

62.- En un sistema alternativo al capitalismo, también necesitamos pensar en nuevos modelos de desarrollo a partir de un cambio de la matriz productiva, cambio que solo puede ser fruto de una transición sostenida y paulatina; o sea, en modelos inequívocamente diferentes al que asumieron los países capitalistas centrales y, en particular, las principales potencias imperialistas. Aquellos y estas pudieron “desarrollarse” a costa de los pueblos, las personas y la naturaleza. Un escenario postcapitalista en América Latina y el Caribe, no se puede sustentar en la explotación ni resignarse a que perdure la alienación de las personas sin la formulación e implementación de políticas que mejoren su vida cotidiana, sin regular la explotación de una naturaleza que cuenta con recursos limitados e insuficientes para que el Sur del mundo crezca y mantenga niveles de consumo similares a los del Norte. Miles de millones de personas en América Latina y el
Caribe, China, India y el Sur geopolítico del planeta, necesitan mejorar sus condiciones de vida, pero no habrá recursos estratégicos suficientes para ello si se mantiene el actual modelo consumista y mientras no se alcance una soberanía tecnológica que libere a nuestros países de las diversas formas de dependencia respecto a los denominados países centrales o altamente desarrollados. 

63.- Para emprender ese otro modelo de desarrollo, resulta imprescindible demandar que los gobiernos latinoamericanos y caribeños comiencen a gestar una arquitectura financiera internacional ajustada a los intereses públicos y nacionales. Ese nuevo proyecto económico y financiero, deberá contar con un Banco de Desarrollo e Integración Latinoamericano y Caribeño que, tomando como punto de partida el Banco del ALBA y el ya aprobado, pero aún inoperante, Banco del Sur, y actuando de manera complementaria con el Banco del Grupo BRICS, se plantee sustituir las instituciones financieras internacionales en el menor tiempo posible, específicamente al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial y al Banco Interamericano de Desarrollo. 

64.- Del mismo modo, será imprescindible seguir luchando para que los gobiernos del continente que los hayan suscrito, se liberen de los leoninos tratados de libre comercio que se han venido implementando desde 1994, tanto con los Estados Unidos como con la Unión Europea. Sobre todo porque, como demuestran múltiples evidencias, esos tratados son totalmente asimétricos, constituyen mecanismos para la dominación geopolítica y están centrados en las necesidades del gran capital, lo que ha agudizado las desigualdades, la inequidad y el rol primario exportador de las economías de la mayor parte de los países latinoamericanos y caribeños. 

65.- Los perjuicios al medioambiente constituyen uno de los efectos provocados por la exacerbación de la cultura del consumo individualista de energía y de otros bienes y recursos materiales. Es un imperativo trascender esta ecuación suicida para poder avanzar hacia una planeación y un consumo colectivos, a fin de compartir beneficios y responsabilidades, tanto sociales como ambientales. 

66. Como parte de las perspectivas y deberes de los movimientos populares y de los gobiernos posneoliberales de América Latina y el Caribe más allá de sus fronteras, se impone la creación de un Tribunal Internacional de Justicia Climática y Ambiental, encargado de juzgar a países que no cumplen con sus compromisos ni con los tratados internacionales que ellos mismos refrendaron. Será necesario considerar que debe ser una institución que evite reproducir las asimetrías características de los organismos vigentes y que garantice mecanismos de coerción reales, considerando la enorme diferencia entre los niveles de consumo de los países centrales y los periféricos. 

67.- Por otra parte, en la lucha contra el capitalismo en crisis se requiere priorizar más que nunca las que José Martí denominó “trincheras de ideas”, sin perder de vista, como él mismo señalara en abril de 1895, que “ De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento.” Para lograrlo, debe emprenderse con celeridad el lento y trabajoso proceso de subordinar los medios de comunicación privados a los intereses de las grandes mayorías, pues en tanto aquellos sean controlados por las clases dominantes, actuarán como promotores de la cultura del derroche, de la banalización de la historia y de la identidad; en fin, como reproductores de la ideología hegemónica de la dominación, la exclusión y la manipulación, centrada en la despolitización de lo cotidiano y en la pérdida de la memoria colectiva, hasta logar el control absoluto de cualquier sociedad. 

68.- En la batalla contra los medios hegemónicos, será necesario establecer estrategias de comunicación claras y consensuadas que permitan la creación de proyectos alternativos de prensa gráfica y digital y fomenten la utilización intencionada e inteligente de las redes sociales y de las radios, las pequeñas televisoras y otros espacios culturales a nivel comunitario. Estos espacios/medios pueden constituirse en herramientas útiles para (re)construir el sentido común, la conciencia colectiva y los sentidos de pertenencia. Tales estrategias de comunicación deben proponerse arropar el rol protagónico de los jóvenes y las mujeres, apuntando a la toma de conciencia no sólo desde lo político, sino también desde todo el espectro cultural de lo local, lo nacional y lo regional. 

69.- El presente siglo no puede tener otro horizonte que la inexistencia de una civilización que ha subordinado todos los aspectos de la vida, incluida la muerte, a una maquinaria de acumulación de ganancias; que ha sometido a la dictadura del lucro a la producción, la ciencia, la tecnología, la educación, la política, el ocio, la naturaleza, y, por si fuera poco, a cualquier forma de intercambio comercial, por ingenua que parezca. La comunitarización universal de todas las relaciones humanas con la naturaleza, pasa por un largo y complicado proceso de transición en el que se desarrollarán enconadas batallas entre la civilización dominante, la del capitalismo decadente, y la nueva civilización socialista, que ya emerge desde los intersticios, las grietas y contradicciones del propio capitalismo. 

70.- En ese contexto, la necesidad y posibilidad de fundar un contra-poder popular y conquistar el poder político, por parte de la izquierda, constituye una oportunidad para dar la batalla entre el viejo Estado --que monopoliza las decisiones asociadas a las elites capitalistas transnacionales y locales--, y un nuevo Estado, que cada vez democratice y fundamente más sus decisiones en las comunidades, en los movimientos sociales, en los diversos sectores populares que componen la sociedad civil y política. Debemos apostar por el desborde democrático, hasta lograr la superación de la democracia fósil, meramente representativa, y alcanzar la democracia comunitaria, de género, multicultural, multiétnica, verdaderamente participativa. 

71.- Esta será una batalla por el predominio de la democracia en todas las vertientes de la vida en sociedad, una democracia que envuelva y atraviese las disímiles actividades cotidianas de todas las personas; desde la cultura hasta la política, desde la economía hasta la educación. Una batalla de la que también formará parte la lucha nacional e internacional por la ampliación de los bienes comunes y por la gestión común de esos mismos bienes, como son el agua, la salud, la educación, la ciencia, la tecnología, el medio ambiente. 

72.- En esa batalla entre la civilización capitalista dominante y la civilización comunitaria emergente — que comenzará a gestarse a partir de las características nacionales de cada país —, se conjugarán diferentes formas de propiedad, desde la estatal hasta la comunitaria y la privada, pero todas ellas en función de la socialización de la producción y de la apropiación social de los resultados. En ese contexto, un Estado revolucionario debe ayudar a que lo comunitario se expanda, se fortalezca y pueda superar más rápidamente los obstáculos que se interponen en su camino. La comunitarización de la economía solo puede ser una creación heroica de los propios productores y consumidores. 

73.- La apuesta por la toma del poder y la conquista del Estado, es la apuesta por un largo proceso de transición en el que el Estado revolucionario, los partidos y movimientos sociales se fusionan para apuntalar y expandir o disputar la democratización de las decisiones, el desmontaje permanente de la lógica del lucro, en aras de la lógica comunitaria y la apuesta al intercambio armónico entre el ser humano y la naturaleza en la producción de la riqueza y en el vivir cotidiano. 

A modo de conclusión 

74.- Durante el primer decenio del siglo XXI se produjo una contraofensiva de las fuerzas opuestas a todos los procesos de cambio que, desde el triunfo de la Revolución bolivariana, comenzaron a gestarse en América Latina y el Caribe. Aunque esa contraofensiva no pudo derrotar a la mayor parte de los gobiernos revolucionarios, reformadores o reformistas instalados en este continente, ni evitar nuevas victorias electorales de las fuerzas políticas populares en algunos países de Centroamérica y el Caribe, produjo una especie de ralentización o reflujo en varios de los procesos de cambio que venían desarrollándose y, por tanto, en las luchas por la “segunda independencia” de Nuestra América. 

75.- En la coyuntura actual se nos plantea la necesidad impostergable de realizar una valoración ponderada de los progresos antineoliberales que hasta ahora se han obtenido, así como de profundizar en los debates que se han realizado sobre los límites de los diversos procesos de cambio que se están desarrollando en la actualidad en América Latina y el Caribe. Aunque resulte obvio decirlo, no habrá consolidación de lo alcanzado hasta aquí, si la marcha se detiene o si se cae en la trampa del inmovilismo posibilista. Mucho más porque las evidencias históricas --entre ellas, la experiencia de la Revolución cubana-- indican que la única garantía para evitar retrocesos, es la constante profundización de los procesos antiimperialistas y anticapitalistas, y la socialización de la propiedad, la economía, los servicios públicos, el poder y la cultura. 

76.- En este contexto habría que señalar que, si bien actuar dentro de la democracia representativa ha constituido un recurso empleado por la izquierda para avanzar en la lucha por la liberación de los pueblos, una vez que se logra la instauración de un gobierno posneoliberal mediante la vía electoral, las dinámicas de los mecanismos de la democracia representativa incrustados en las estructuras político-estatales republicanas, tienden a favorecer a la burguesía y al capital, con indudable perjuicio para los propios procesos de cambio y para la conciencia política y social. Por eso, se torna imprescindible crear instancias de democracia directa, participativa, lo más nutridas posibles, para contrarrestar esa tendencia negativa y evitar que se estanquen o retrocedan las gestiones al servicio del pueblo. 

77.- De modo que la ampliación de los márgenes de la democracia, mediante la participación popular y directa en la construcción del poder popular, y la educación política de las masas, constituyen armas sumamente eficaces para derrotar la contraofensiva de Estados Unidos y sus aliados en la región. 

78.- Como se ha visto, prácticamente en todos los países latinoamericanos y caribeños en los que se ha emprendido procesos de cambios favorables a los intereses nacionales y populares, esa contraofensiva ha demostrado que cada avance --por muy moderado que sea-- hacia la construcción de una sociedad, no sólo posneoliberal, sino poscapitalista, desencadenará las más feroces reacciones de la derecha y de sus garantes imperialistas, con múltiples tácticas, recursos y estrategias, tanto encubiertas como declaradas. 

79.- Ese comportamiento se mantendrá en los próximos años, durante los cuales la lucha entre lo nuevo y lo viejo, entre la revolución y la reacción, se agudizará en diferentes países del continente y, en especial, como hemos señalado, en la República Bolivariana de Venezuela. Si la contrarrevolución lograra triunfar en ese país, el escenario más probable sería una cruenta guerra civil que desestabilizaría a toda la región y, en particular, a sus gobiernos posneoliberales. No hay ni habrá, entonces, tarea más apremiante para todas las fuerzas progresistas, los movimientos populares y los liderazgos transformadores en Nuestra América, que patentizar por todas las vías a su alcance la mayor solidaridad con el pueblo bolivariano y chavista y con el gobierno presidido por el compañero Nicolás Maduro. 

80.- Al saludar todo paso firme de cualquier Estado y gobierno hacia la autodeterminación y hacia las reformas sociales y políticas que debiliten y desmonten el orden impuesto por la globalización neoliberal, y al reconocer todo esfuerzo de unidad e integración no subordinada a EEUU, ni a otros centros imperialistas, estamos convencidos de que resulta imprescindible renovar, recrear y unificar en cada país la gran diversidad de fuerzas sociales, políticas y culturales con capacidad de asumir y profundizar cada proceso transformador e impulsar nuevas y originales acciones que contribuyan a la construcción de una Patria Grande latinoamericana y caribeña, social y políticamente liberada. Una meta tan trascendente, como sería lograr nuestra impostergable unidad de acción, exige que traspasemos fronteras, erradiquemos dogmas y revitalicemos, con renovadas expectativas, el internacionalismo y el latinoamericanismo de los fundadores de la idea de la
gran patria latinoamericana y caribeña, y de sus continuadores más cercanos, entre los cuales figuran, por el mérito de sus grandes aportes, los comandantes Fidel Castro Ruz y Hugo Chávez Frías. 

Edición: 2 de junio de 2015. 

Participantes del taller internacional, por orden alfabético de los nombres 

Ángel Guerra (Cuba), Arantxa Tirado (Estado Español), Darío Salinas (Chile), Esteban Rivero (México), Fernando Sánchez Cuadros (Perú), Gilberto López y Rivas (México), Héctor Díaz-Polanco (México), John Saxe-Fernández (México), Jorge Casals (Cuba), Jorge Veraza (México), Josefina Morales (México), Katu Arkonada (País Vasco), Lila Molinier (Paraguay), Luis Suárez (Cuba), Marco Gandásegui (Panamá), Nayar López Castellanos (México), Omar González (Cuba), Raúl García Linera (Bolivia), Silvina Romano (Argentina), Tamara Barra (México). 

Hicieron llegar sus aportes por escrito: 

Frente Guasú (Paraguay), Narciso Isa Conde (República Dominicana), Paula Klachko (Argentina), Sergio Rodríguez Gelfenstein (Venezuela), Tania García (Cuba). 

El equipo de coordinación del taller y de redacción de la versión final de este documento, estuvo integrado por: Ángel Guerra, Katu Arkonada, Luis Suárez.

Parte I: Una mirada crítico-prospectiva a su impacto en Nuestra América

domingo, 7 de junio de 2015

La multifacética crisis del sistema-mundo (I). Una mirada crítica-prospectiva de su impacto en Nuestra América - Á. GUERRA, K. ARKONADA, L. SUÁREZ S. y O. GONZÁLEZ (coord.)

Rebelión
3/6/15

Entre los días 9 y 11 de marzo de 2015, una veintena de intelectuales nacidos o actualmente residentes en países de América Latina y el Caribe se reunieron, con el apoyo del Partido del Trabajo (PT), en un taller internacional en la Ciudad de México que tenía como objetivo analizar las superpuestas crisis que caracterizan al cada vez más globalizado sistema capitalista mundial para a partir de ese análisis identificar y sintetizar los escenarios más probables en los que en el futuro relativamente cercano se desarrollarán las luchas de nuestros pueblos y naciones, así como de algunos gobiernos latinoamericanos y caribeños. 

Los participantes de dicho taller fueron Ángel Guerra (Cuba), Arantxa Tirado (Estado español), Darío Salinas (Chile), Esteban Rivero (México), Fernando Sánchez Cuadros (Perú), Gilberto López y Rivas (México), Héctor Díaz-Polanco (México), John Saxe-Fernández (México), Jorge Casals (Cuba), Jorge Veraza (México), Josefina Morales (México), Katu Arkonada (País Vasco), Lila Molinier (Paraguay), Luis Suárez (Cuba), Marco Gandásegui (Panamá), Nayar López Castellanos (México), Omar González (Cuba), Raúl García Linera (Bolivia), Silvina Romano (Argentina), Tamara Barra (México). 

Asimismo el equipo de coordinación del taller conformado por Ángel Guerra, Katu Arkonada, Luis Suárez Salazar y Omar González, se encargó de la redacción de la versión final de este documento a partir de los contrastes que se hicieron con diversos partidos de la izquierda latinoamericana y caribeña, y los aportes que llegaron por escrito desde varios países. A continuación se presentan las principales conclusiones en forma de documento que pretende ser un insumo para el debate entre los partidos políticos, sindicatos, movimientos sociales e intelectuales de Nuestra América.

1.- Diríase que es un lugar común en el pensamiento de la izquierda social, política e intelectual de diferentes partes del mundo, el reconocimiento de que las superpuestas crisis que caracterizan al cada vez más globalizado sistema capitalista mundial, tendrán un impacto devastador en el históricamente desigual y distorsionado desarrollo económico, social, cultural, sostenido y sustentable de nuestros diferentes países.

2.- Si consideramos que, a partir del 2008, el epicentro de esas crisis –definidas como periódicas o cíclicas por los clásicos y otros pensadores marxistas y no marxistas- se ha localizado en los estados integrantes de la llamada “tríada del poder mundial” --Estados Unidos (EEUU), Japón y la Unión Europea (UE)--, comprenderemos que tales impactos han sido y serán particularmente severos en aquellos países subdesarrollados, periféricos o semiperiféricos de África, Asía, América Latina y el Caribe, así como del Sur y el Este de Europa, estructuralmente dependientes de las potencias imperialistas. 

3.- Sin negar los crecimientos que en los años más recientes se han producido en los indicadores económico-sociales de determinados países latinoamericanos y caribeños, ni los avances conseguidos en la eliminación de ciertas secuelas políticas, económicas, sociales e ideológico-culturales de las contrarrevoluciones y las contrarreformas neoliberales, esas crisis del sistema capitalista-mundo también tendrán repercusiones negativas en los diferentes procesos de cambios favorables a los intereses nacionales y populares que, con diversos horizontes programáticos, se han desplegado en varios países de América Latina y el Caribe desde finales del siglo XX hasta la actualidad. De igual manera, en los esfuerzos que se vienen realizando para actualizar el modelo de la transición socialista cubana, en medio de las enormes dificultades derivadas del criminal bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos, que continúa
esencialmente intacto, así como de otras agresiones contra el pueblo cubano. 

4.- Los distintos desenlaces de estos y otros procesos --que pueden ser catalogados como nacionales por su forma, pero continentales y globales por su proyección externa--, también influirán en la evolución de los promisorios proyectos de concertación política, cooperación e integración económica, impulsados en el decenio más reciente por diversos gobiernos latinoamericanos y caribeños, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), la Unión Suramericana de Naciones (UNASUR), y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). 

5.- De lo antes dicho, y de otros aspectos que veremos posteriormente, se infiere la importancia que tiene para la elaboración de las estrategias y las tácticas de los movimientos sociales y políticos de raigambre popular, así como para los gobiernos revolucionarios, reformadores o reformistas instalados en América Latina y el Caribe, el análisis crítico-prospectivo de la evolución de las crisis del sistema capitalista mundial y de los diferentes procesos que tienen lugar en el sistema internacional y, específicamente, en el subsistema interamericano. Igualmente, el esclarecimiento de las diversas estratagemas contrarrevolucionarias que en el futuro previsible emprenderán los gobiernos permanente y temporales de los Estados Unidos, ya sea de manera unilateral o concertada con sus aliados de diversas partes del mundo, con vistas a tratar de recomponer y prolongar durante el presente siglo su dominación global, especialmente sobre el Sur
político del continente americano. 

6.- Para contribuir a la elaboración de este tipo de análisis, y contando con el decisivo apoyo del Partido del Trabajo (PT) de México, nos reunimos en la capital de este país, durante los días 9, 10 y 11 de marzo del presente año, una veintena de intelectuales nacidos o actualmente residentes en países de América Latina y el Caribe. Nuestro objetivo primordial fue identificar y sintetizar los escenarios más probables en los que se desarrollarán las luchas de nuestros pueblos y naciones en el futuro relativamente cercano, así como de algunos gobiernos latinoamericanos y caribeños. Luchas orientadas, en lo fundamental, a defender los derechos de la Madre Tierra (Pachamama); garantizar la satisfacción de los derechos humanos individuales y colectivos para todas y todos los habitantes de nuestro continente; distribuir equitativamente las riquezas; edificar democracias étnica, social y culturalmente participativas y representativas; defender la
independencia y la soberanía nacional-popular y la autodeterminación de los pueblos; y convertir en realidad los sueños de las y los próceres y mártires que ofrendaron sus vidas y su inteligencia durante las heroicas y aún inconclusas luchas por alcanzar las que José Martí llamó “primera” y “segunda” independencias de Nuestra América y, en particular, de El Libertador Simón Bolívar, quien escribió, tan temprano como en 1815: “Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria.” 

7.- La importancia de significar y analizar tales escenarios está dada por la complejidad de la situación actual, por la necesidad de conjugar la praxis con la elaboración y sistematización de un pensamiento crítico y descolonizado, que enriquezca la teoría revolucionaria precedente, y porque en algunos estados nacionales y plurinacionales de América Latina y el Caribe se vienen construyendo esperanzadoras alternativas al capitalismo subdesarrollado y dependiente aún instaurado en esta zona del mundo. Tal concurrencia de realidades ha convertido a Nuestra América en un campo de batalla en el que se enfrentan los diversos proyectos emancipatorios de los pueblos, de las naciones y de algunos gobiernos, con las pretensiones de los representantes de los sectores hegemónicos de las clases dominantes de revertir los avances que se han obtenido, así como de reinsertar a sus respectivos países de manera subordinada en el “nuevo” orden
panamericano y mundial, impulsado por las principales potencias imperialistas y, en especial, por Estados Unidos. 

8.- En ese contexto, nuestras reflexiones fueron estimuladas por la ola de repudio que suscitó, sobre todo en América Latina y el Caribe, la orden presidencial emitida por Barack Obama el 9 de marzo del presente año, en la que proclamó que la República Bolivariana de Venezuela constituía una “amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos”. De igual modo, fueron consideradas las repercusiones que esa injuria tuvo y tendrá en las negociaciones que se están desarrollando con vistas al restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos. Asimismo, las denuncias que se han formulado acerca de los acuerdos firmados entre los gobiernos de Barack Obama y Ollanta Humala, que posibilitarán el despliegue en territorio peruano de 3 500 militares estadounidenses antes de septiembre del presente año. Estos, al igual que otros pactos militares sobre
“seguridad regional” existentes entre los gobiernos de EEUU y Colombia, constituyen una amenaza para otros estados suramericanos, en especial para el Estado Plurinacional de Bolivia y para la República de Ecuador. 

9.- A lo antes dicho habría que agregar las calificadas informaciones que recibimos de las y los prestigiosos intelectuales mexicanos participantes en nuestras deliberaciones, acerca de la impunidad que rodea las masivas y sistemáticas violaciones a los más elementales derechos humanos que se producen en su país, incluida la sistemática utilización de torturas y las ejecuciones extrajudiciales perpetradas por los órganos represivos del Estado. En particular, se analizó la desaparición forzada de miles de personas en diferentes puntos de su territorio. Estas prácticas –evidenciadas en el caso de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa — constituyen una de las tantas expresiones de la “represión preventiva” desatada contra las comunidades, los pueblos originarios y los diversos movimientos sociales y políticos que luchan de manera descentralizada, generalmente descoordinada, contra las terribles consecuencias políticas,
económico-sociales, ecológico-ambientales y culturales que han tenido las contrarreformas neoliberales emprendidas por sucesivos gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del Partido de Acción Nacional (PAN), desde la entrada en vigor, en 1994, del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. 

10.- Las desnacionalizaciones, privatizaciones y subordinaciones a los intereses geopolíticos y geoeconómicos de los grupos dominantes estadounidenses, provocadas por este Tratado, fueron ampliadas mediante los inconstitucionales acuerdos adoptados por los sucesivos mandatarios de Canadá, Estados Unidos y México en los marcos de la Alianza para la Prosperidad y la Seguridad de América del Norte (ASPAN). También durante la implementación de la multimillonaria Iniciativa Mérida, elaborada por el Pentágono y aceptada por los dos últimos mandatarios mexicanos, con vistas a emprender la cruenta y cada vez más militarizada “guerra” contra el narcotráfico y el crimen transnacional organizado. La profunda y traumática crisis humanitaria provocada por esa ineficaz contienda, se corroboró durante el pasado año. Según las cifras disponibles, en el 2014 se reportaron 14 413 muertes violentas, 1 332 secuestros y más de 5 000 desapariciones
forzadas. La mayoría de estos hechos no han sido esclarecidos por los organismos estatales competentes. En el crimen de Estado y lesa humanidad de Iguala, por ejemplo, se condensó en unas horas de barbarie toda la violencia estructural y de Estado que ha padecido México durante más de una década, y que ha resultado en más de 120.000 muertos, en su mayoría jóvenes y pobres, al menos 30.000 desaparecidos, así como medio millón de desplazados internos y hacia otros países. 

11.- En resumen, el TLC ha desarticulado las cadenas productivas nacionales e insertado fragmentariamente las actividades económicas en las cadenas globales del capital transnacional, muchas veces con las maquilas y ensambladoras --donde las condiciones laborales son sumamente precarias--, como último eslabón productivo. La economía criminal se diversifica, avanza y penetra diversos niveles del gobierno, llegando a representar en la actualidad entre el ocho y diez por ciento del PIB de México. 

12.- Luego de analizar el significado de México y de otros países y acontecimientos en la coyuntura actual y venidera, los resultados preliminares de nuestras reflexiones fueron presentados ante las y los representantes de los 132 partidos políticos de 40 países que asistieron al XIX Seminario Internacional “Los partidos y una nueva sociedad”, organizado por el PT en México, DF, entre el 12 y el 14 de marzo de 2015. También fueron consultados a intelectuales de varios países latinoamericanos y caribeños, quienes, a pesar de haber sido invitadas e invitados al evento, no pudieron participar en nuestras deliberaciones. Asimismo, fueron sometidos al criterio de varios dirigentes de partidos o frentes políticos de diferentes países de América Latina y, en menor medida, del Caribe. Después de estudiar e incorporar las opiniones recibidas hasta el 25 de marzo de 2015, llegamos a las conclusiones que seguidamente exponemos: 

Crisis del capitalismo y geopolítica del mundo multipolar 

13.- Con independencia de los moderados indicadores de crecimiento económico que en los meses más recientes se han venido registrando en algunos países capitalistas, y en particular en EEUU, en el futuro previsible se profundizarán las crisis financiera, económica, energética, alimentaria, ecológica, ambiental, ética, social, ideológica, cultural, en definitiva, política y civilizatoria, que caracteriza al sistema capitalista mundial desde hace varios lustros. Ello es así porque, como afirmó en 1999 el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, ese sistema “es insostenible, porque se sustenta sobre leyes ciegas, caóticas, ruinosas y destructivas de la sociedad y la naturaleza.” 

14 .- El efecto de esas “leyes ciegas y caóticas” agudizará las contradicciones que siempre han existido entre el carácter cada vez más social de la producción y la apropiación cada vez más privada de los excedentes creados por las y los trabajadores, al igual que de los principales recursos naturales, renovables y no renovables, y de los bienes comunes existentes en nuestro planeta, como sería el caso del agua, la tierra, los recursos forestales y la biodiversidad. Esas contradicciones seguirán manifestándose en las recurrentes crisis periódicas y cíclicas de superproducción (o de subconsumo) que siempre han caracterizado el funcionamiento del sistema capitalista y, concomitantemente, los mercados internos e internacionales. También en la depredación y contaminación de la naturaleza, con sus consiguientes efectos negativos en el medio ambiente, la biosfera y la sociedad. Esto provocará diversos fenómenos naturales cada vez más
severos y destructivos, en particular los vinculados al cambio climático producido por las constantes emisiones de los gases de efecto invernadero. Las negociaciones que se desarrollarán para contener la emisión de estos gases, no tendrán los resultados que se requieren, a causa del abandono del principio de “responsabilidad compartida, pero diferenciada”, propugnado por buena parte de los gobiernos de África, Asia, América Latina y el Caribe, en 1992. 

15.- Mucho menos porque el agotamiento de los principales yacimientos de petróleo, impulsará el empleo, por parte de las más poderosas empresas transnacionales y multinacionales, de tecnologías ecológicamente peligrosas y altamente contaminantes, como la denominada “fractura hidráulica” o fracking. De igual manera, estimulará la creciente extracción de los combustibles fósiles existentes en las arenas bituminosas y en las profundidades de los mares y océanos. A corto y mediano plazo, el incremento de la cada vez más costosa explotación de esos yacimientos, el creciente empleo de nuevas fuentes renovables de energía (como los agrocombustibles) y la ralentización de los ritmos de crecimiento de la economía mundial, provocarán una crisis de sobreproducción de petróleo y gas. No desaparecerán los conflictos internacionales y regionales vinculados al control de estos y otros recursos naturales, lo que sería aplicable también a las
cada vez más escasas fuentes de agua potable y, en general, a la posesión y dominio de otros bienes comunes de carácter estratégico. La minería a cielo abierto, practicada por las grandes empresas multinacionales y transnacionales, en especial las que tienen sus casas matrices en Canadá y EEUU, además de contar con la anuencia de no pocos gobiernos, representa un perjuicio incalculable para el deterioro y la contaminación de las propias fuentes de agua y de la existencia de otros bienes comunes e, incluso, del patrimonio natural y cultural de los pueblos. 

16.- Paralelamente, a causa de las diversas asimetrías y contradicciones que caracterizarán al sistema internacional de estados-mundo, así como por la incapacidad que seguirán demostrando los principales organismos internacionales –en particular, la Organización de Naciones Unidas y su antidemocrático y cada vez menos representativo Consejo de Seguridad—, se continuará debilitando la búsqueda de soluciones multilaterales a los principales problemas de la agenda internacional y, específicamente, a aquellos que, por su carácter supranacional, perjudican y perjudicarán a la Humanidad. En tal sentido, estarían los vinculados a la interrelación que siempre ha existido entre la paz y la seguridad internacional con la solución de los problemas económicos, sociales, políticos, demográficos y ecológicos que, como es de suponer, continuarán incidiendo en buena parte de los estados del mundo y, aún más crudamente, en los territorios
coloniales que todavía subsisten. Esos y otros graves problemas que asolan a las sociedades contemporáneas, acentuarán el círculo vicioso existente entre el constante crecimiento de la población mundial (especialmente en África y Asia), la pobreza y el creciente deterioro del medio ambiente. A consecuencia de este sinsentido y de los intentos de las principales potencias imperialistas de mantener su poder global, se producirán nuevos conflictos internacionales, los que provocarán la intensificación de la carrera armamentista y el consiguiente incremento de los gastos militares. Mucho más si no olvidamos la práctica de los círculos de poder estadounidenses y de sus principales aliados, de mantener su dominio global mediante la amenaza de recurrir al uso de la fuerza asiduamente. 

17.- En tal contexto, el actual gobierno norteamericano, así como el que resulte electo en los comicios presidenciales de noviembre de 2016, y sus principales aliados europeos, continuarán buscando “soluciones” militares a los conflictos que actualmente se están desarrollando en el Medio Oriente. Muy propias de estas soluciones de fuerza, serán las violaciones a la soberanía nacional de diferentes países con el pretexto de exterminar al llamado Estado Islámico y, como parte esencial de los superobjetivos imperiales, derrocar al actual gobierno de la República Árabe Siria. Aún más porque, a pesar de las contradicciones existentes entre la administración de Barack Obama y el actual gobierno israelí, los grupos dominantes en los Estados Unidos continuarán respaldando a la coalición de diversas fuerzas políticas sionistas que seguirá controlando a Israel. Esto se expresará en su apoyo o en su silencio cómplice ante los nuevos ataques
contra el pueblo palestino, y en diversas acciones dirigidas a evitar el reconocimiento internacional del Estado que lo representaría. Por otra parte, las negociaciones entre los actuales gobiernos de EEUU y de la República Islámica de Irán, no impedirán las agresiones contra esta última, provenientes del gobierno sionista y de otros aliados estadounidenses (como la monarquía saudita) en esa estratégica región. 

18.- Paralelamente, a pesar de las contradicciones que recientemente se han expresado entre los gobiernos de Estados Unidos, Alemania y Francia con relación a la situación creada en el sureste de Ucrania, persistirán las acciones de la Alianza del Atlántico Norte (OTAN), dirigidas a fortalecer su cerco militar contra la Federación de Rusia. Ello generará nuevos conflictos con el actual o el futuro gobierno de esa federación, en tanto el Kremlin continuará trabajando por fortalecer sus diversas alianzas orientadas a preservar sus tradicionales esferas de influencia en Europa Oriental y en Asia Central. Asimismo, como se verá más adelante, dedicará todo su empeño a fortalecer y consolidar la alianza estratégica con la República Popular China en diferentes campos, al igual que con los gobiernos de otros estados asiáticos y centroasiáticos integrantes del denominado Grupo de Shanghái. 

19.- Para tratar de contrarrestar el impacto negativo que estas alianzas tendrán en sus pretensiones de mantener la supremacía en el sistema internacional, la actual administración estadounidense y la que se instale el 20 de enero de 2017, de consuno con sus principales aliados asiáticos, continuará desplegando diversas acciones dirigidas a contener la creciente influencia económica y política de la República Popular China. Con tal fin, el Pentágono seguirá concentrando sus fuerzas militares en la región Asia-Pacífico. Al mismo tiempo, el actual y el futuro gobierno estadounidense proseguirán las negociaciones dirigidas a institucionalizar la denominada Alianza Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) orientada a crear una vasta zona de libre comercio e inversiones entre los estados signatarios de la misma. Tres de los cuatro países latinoamericanos integrantes de la Alianza para el Pacífico (México, Perú y Chile), formarán parte
de la nueva asociación. 

20.- A ello se agregará el Tratado Trasatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP) que, con los mismos fines, seguirán negociando los actuales y futuros gobiernos de EEUU y de los estados integrantes de la Unión Europea. Cualesquiera que sean los resultados de estas negociaciones, se mantendrá la aguda competencia entre las principales empresas transnacionales y multinacionales que tienen sus casas matrices en los estados integrantes de la “triada del poder mundial”. Del mismo modo, continuarán las intrincadas y a veces simultáneas relaciones de cooperación, competencia y conflictos que se producen entre sus gobiernos, al igual que entre estos y los de las potencias emergentes integrantes del Grupo BRICS. 

21.- Los gobiernos de los cinco estados que actualmente conforman el Grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, República Popular China y Sudáfrica), continuarán emprendiendo diversas acciones orientadas a incrementar su cohesión interna y profundizar en su institucionalidad flexible; fortalecer diversos foros de gobernabilidad global; modificar la actual arquitectura financiera internacional; menoscabar la supremacía del dólar estadounidense en las transacciones internacionales, al igual que fortalecer sus concertaciones políticas frente a los diversos problemas que actualmente perturban las relaciones políticas y económicas. Igualmente, a ampliar sus interacciones con otros países u organismos regionales que agrupan a los estados del Sur político del mundo. Sin proponérselo, esto generará mayores espacios de confrontación con los intereses hegemónicos de EEUU y sus aliados. Todo eso –y los serios problemas que seguirán aquejando a la
economía y la sociedad estadounidense, al igual que a la japonesa y la de varios estados europeos— contribuirá a incrementar la influencia de los integrantes del BRICS, tanto a escala mundial como en regiones específicas, así como a la institucionalización de un sistema internacional cada vez más multipolar. 

22.- En este escenario, la República Popular China aumentará su poderío mundial, enfatizará en la ampliación de su mercado interno, incrementará su progreso científico técnico, aumentará los gastos militares y desplegará una política exterior aún más activa. En ese orden, fortalecerá sus relaciones estratégicas con Rusia, lo que le permitirá reducir su vulnerabilidad energética. También emprenderá diversas acciones dirigidas a consolidar la Organización de Cooperación de Shanghái y sus vínculos, en sentido general, con los países de Asia Central y el Pacífico. 

23.- No obstante, las relaciones entre China y EEUU se caracterizarán por su interdependencia económica y financiera, lo que condicionará la manera en que los gobiernos de ambos países procesarán y tratarán de resolver los conflictos actualmente existentes o los que en el futuro se presentarán entre ellos. Sin embargo, la dirección china incrementará su activismo en diversas regiones del mundo –y en especial hacia sus países limítrofes—, procurando obtener espacios geopolíticos que contrarresten la influencia de EEUU y Japón, ampliar sus exportaciones, así como acceder a los eventuales recursos naturales que necesita para mantener o ampliar el ritmo de crecimiento que continuará registrando su economía. Esta política generará contradicciones con los países vecinos que, en algunos casos, facilitarán la influencia de EEUU en el área. Al mismo tiempo, la República Popular China mantendrá una expansión activa con créditos e
inversiones en África, en el espacio postsoviético y en América Latina y el Caribe, lo que la convertirá en un actor económico clave en casi todo el mundo subdesarrollado. Esto contribuirá al crecimiento económico de varios países y patentizará, aún más, la presencia china en prácticamente todos los ámbitos de su vida cotidiana. 

24.- Por su parte, Rusia incrementará su actividad diplomática, sus gastos militares y el empleo de los recursos energéticos como instrumentos para mantener su estatus de gran potencia y poder enfrentar los efectos de las sanciones económicas y la mayor agresividad por parte de EEUU y de la OTAN. El actual o futuro gobierno de la Federación de Rusia, responderá con la instalación de nuevos sistemas de defensa, incluida la permanente actualización de su escudo antimisil, y estrechará los nexos económicos con la República Popular China y con otros países asiáticos. Con el objetivo de obtener los recursos necesarios para su modernización y conseguir mercados para el gas, el petróleo y los armamentos que produce, también desplegará una ofensiva diplomática orientada a consolidar la Unión Euroasiática, así como a aumentar su acción en el BRICS, el G-20 y en otros foros multilaterales. 

25.- Adicionalmente, el gobierno de Rusia continuará emprendiendo una política proactiva dirigida a evitar el ingreso de Ucrania a la OTAN. Con tal fin, hará valer la actual dependencia energética tanto de este país como de otros europeos. A la par, el gobierno ruso estrechará sus relaciones con Irán, Siria y otros países del Medio Oriente. Además, fortalecerá sus nexos político-diplomáticos, militares y económicos, a una escala sin precedentes, con varios gobiernos latinoamericanos, aprovechando el nivel de comprensión a su política que se aprecia en el área. Sin embargo, mantendrá abiertas las vías de negociación en estas y otras zonas de conflicto con EEUU y la UE. 

26.- Por su parte, con vistas a defender y a sustentar la estabilidad de sus intereses nacionales y a ejercer una mayor influencia internacional, India logrará un crecimiento estable y mantendrá su rol protagónico en el Sur de Asia. Aunque persistirán contradicciones con algunos de los estados miembros, el actual y los futuros gobiernos hindúes trabajarán para profundizar las políticas comunes definidas por la Asociación para la Cooperación Regional de Asia Sur (SAARC). Simultáneamente, mantendrán sus crecientes lazos estratégicos con EEUU para aprovechar la influencia de esa potencia y garantizar su espacio geopolítico en la región. Con estos y otros fines, India también estrechará su colaboración en materia de seguridad y en la lucha contra el terrorismo con los gobiernos de la República Popular China y de la Federación de Rusia, al tiempo que ampliará la promoción de los intereses comerciales y financieros con ambos países. En lo
que concierne a la cooperación militar y de seguridad con Moscú, ésta se incrementará notablemente. 

27.- Aunque debilitado y en declive, Estados Unidos continuará siendo un actor clave del sistema capitalista mundial. Sobre todo por su indiscutible supremacía militar y la persistencia de su red de alianzas con la OTAN y con otros estados de la UE, al igual que con Japón, Corea del Sur, Australia, Colombia, Chile, México y Perú, así como con otros países latinoamericanos y caribeños; igualmente, por su peso en la creación y sostenimiento de normas en las instituciones políticas y económicas internacionales; por el poder que conservarán sus empresas transnacionales (45% de las primeras 500) a escala mundial; por su importante papel en la investigación y el desarrollo científico-técnico; porque el dólar continuará siendo la divisa internacional más utilizada en las diversas transacciones económicas, y por el predominio que conservarán sus grandes medios de desinformación masiva y sus industrias culturales, en buena medida gracias al
creciente empleo de las tecnologías más avanzadas y al robo permanente de cerebros. Tal hegemonía le permitirá continuar violando la privacidad de sus ciudadanos y de cualquier otra persona o entidad en el mundo, socavando así lo poco que aún pervive de las libertades individuales y la soberanía nacional de la mayor parte de los estados del planeta. 

28.- Inevitablemente, se reducirá mucho más la relevancia de la Unión Europea en comparación con otros centros de poder, como resultado de su acentuada dependencia energética, de los problemas por la falta de cohesión interna, de su subordinación a EEUU, y del estancamiento y la débil recuperación económica, cuya circunstancia contrastará aún más con el elevado y rápido crecimiento de China y de otras economías emergentes. Sin embargo, aunque parezca contradictorio, continuará siendo un polo de poder en la arena internacional, sobre todo desde el punto de vista económico, y el referente cultural que tanto debe al colonialismo y a sus secuelas de explotación, saqueo y genocidio. Mucho más porque Alemania, Francia y el Reino Unido mostrarán un mayor protagonismo, aún más ostensible por el hondo declive del resto de los estados. 

29.- A pesar de sus contradicciones, los gobiernos de los países de la Unión Europea buscarán compensar su pérdida de jerarquía mediante las negociaciones que continuarán desarrollando con Estados Unidos, con vistas a firmar el ya mencionado Tratado Trasatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP), al tiempo que se propondrán lograr el fortalecimiento y la ampliación de la actuales fronteras de la OTAN como una acción geopolítica orientada a consolidar su peso en la escena mundial. En tal sentido, tratarán de ampliar su influencia en diversos países de Europa Oriental, al igual que en el denominado “espacio postsoviético”. Con igual fin se plantearán aprovechar las vulnerabilidades de la Federación Rusa y, taxativamente, de la República Popular China, que seguirá muy interesada en ampliar sus vínculos con diversos estados europeos, en particular con los ubicados en la otrora llamada “ruta de la seda”. 

30.- Simultáneamente, la UE incrementará su activismo político-militar en el Norte y Sur de África. En alianza con EEUU, y siguiendo las actuales doctrinas de la OTAN, su “modelo” preferente de intervención militar privilegiará la guerra no convencional, caracterizada por el despliegue rápido y flexible de sus fuerzas especiales y por su pretensión de dejar “una huella ligera” en los países donde se produzca. Sin desconocer las amenazas reales que representan, el terrorismo, la ciberguerra, la piratería y el tráfico ilícito de estupefacientes continuarán siendo manipulados y utilizados como pretextos, por parte de Estados Unidos y sus aliados europeos, para garantizar su presencia militar global y para la realización de acciones militares punitivas en las distintas regiones del mundo. 

31.- Continuará concentrándose la propiedad sobre los medios de comunicación, en cuyo ámbito se agudizarán las tendencias a fusionarse con las megaempresas de otros sectores de la economía, para reforzar de este modo la mercantilización de la información y garantizar el vaciamiento cultural e ideológico, la manipulación y el consiguiente control de la sociedad. En correspondencia con esta estrategia de dominación, se acrecentará, hasta límites insospechados, la hegemonía de las grandes transnacionales mediáticas, lo que contribuirá a forjar visiones colonizadas, propias de un pensamiento único, amparadas en el creciente papel de los think tanks de orientación conservadora o neoliberal, así como de las universidades occidentales, en la producción y difusión de los conocimientos científico-técnicos propios o ajenos, incluidos los vinculados a las cada vez más fragmentadas ciencias sociales. Las respuestas de los estados, los
gobiernos y los diferentes sectores sociales que impulsan una cultura contra-hegemónica, encontrarán grandes dificultades para romper el dominio sobre el sentido común de crecientes sectores de la población, propalado por esos poderos aparatos ideológicos-culturales controlados por las principales potencias imperialistas. 

Las estratagemas contrarrevolucionarias de los gobiernos de Estados Unidos contra Nuestra América 

32.- Lo expuesto hasta aquí tendrá una significativa influencia en las relaciones entre los gobiernos permanentes y temporales de EEUU con los de América Latina y el Caribe. Con independencia del curso que sigan las negociaciones que tienen lugar entre Cuba y los Estados Unidos, con vistas a emprender el largo y complejo proceso orientado hacia la normalización de las relaciones diplomáticas entre ambos países, y cualquiera que sea el resultado de los elecciones presidenciales que se realizarán en Estados Unidos en noviembre de 2016, la maquinaria de la política exterior, económica, de defensa y seguridad imperial, al igual que los diferentes aparatos políticos, comunicacionales, mediáticos e ideológico-culturales que actúan en esa potencia imperialista, continuarán desplegando multifacéticas estrategias contrarrevolucionarias orientadas a preservar o restablecer su sistema de dominación sobre América Latina y el Caribe, así como sobre
otras zonas del mundo. 

33.- Esas estratagemas –ya sean unilaterales o concertadas con sus aliados gubernamentales o no gubernamentales de diversos países de América Latina y el Caribe, y de Canadá y las potencias imperialistas europeas--, tendrán, como uno de sus principales objetivos desestabilizar y, allí donde les resulte posible, derrocar a aquellos gobiernos latinoamericanos y caribeños calificados como anti-estadounidenses. En particular, aunque no únicamente, a los que en la actualidad son miembros plenos del ALBA-TCP. 

34.- Aunque los Estados Unidos continuarán emprendiendo acciones en todos los campos posibles --con énfasis en la subversión política-ideológica--, para tratar de “cambiar el régimen cubano” y derrocar su Revolución; para cercar política, económica y militarmente a la Revolución Democrática y Cultural de Bolivia; a la Revolución Ciudadana de Ecuador; a la “segunda etapa de la Revolución Sandinista”; y para lograr la derrota electoral de los gobiernos más radicales del Caribe Oriental, en lo inmediato sus multifacéticas acciones desestabilizadoras se concentrarán en la República Bolivariana de Venezuela, buscando conseguir el mayor impacto desmovilizador, tanto nacional como regionalmente. 

35.- En este país, el actual gobierno estadounidense continuará respaldando política y financieramente, y a través de sus diferentes medios de propaganda, a todas aquellas fuerzas económicas, sociales, mediáticas y políticas, integrantes de la mal denominada Mesa de Unidad Democrática (MUD) que, con tácticas diferentes, aunque complementarias, se propongan derrotar a la Revolución bolivariana. Con independencia de los avances y retrocesos que consigan en sus estratagemas, este objetivo encontrará continuidad en la administración estadounidense que resulte electa en los comicios presidenciales de noviembre de 2016, ya que en la maquinaria de la política exterior, económica, militar y de “seguridad imperial” de Estados Unidos, se mantendrá el criterio de la que la derrota de esta Revolución provocaría “un efecto dominó” en los demás gobiernos integrantes del ALBA-TCP, al tiempo que debilitaría los paradigmas de concertación
política, cooperación e integración latinoamericana y caribeña, impulsados por los gobiernos de todos los estados miembros de esta alianza. 

36.- En la percepción oficial estadounidense, la derrota de la Revolución bolivariana –-junto a las contrarreformas que se han producido y han tenido reflejo en la Constitución mexicana y en el incremento de la producción y exportación de petróleo y gas—, facilitaría la transformación del continente americano en el centro energético del mundo, anticipado por el vice-presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, en el discurso que pronunciara en Washington en mayo de 2013. Ese objetivo estratégico –y la eliminación de “la dependencia del petróleo venezolano” que tienen la mayor parte de los estados centroamericanos y caribeños integrantes de PETROCARIBE— guiará en los próximos años la Iniciativa para la Seguridad Energética del Caribe, dada a conocer por el propio vicepresidente Biden en enero de 2015. 

37.- En el caso de que la mayor parte de los gobiernos de los estados centroamericanos y caribeños aceptaran esta iniciativa estadounidense, se agudizará la dependencia de la región a las necesidades geoestratégicas de los Estados Unidos. Tal circunstancia se agravará por el opresivo control que han alcanzado las empresas transnacionales norteamericanas en los principales sectores de la economía de estas naciones, las que, supuestamente, se beneficiarían con la entrada en vigor del Tratado de Inversión signado en mayo de 2013 por el propio Joe Biden y el entonces presidente pro tempore de la CARICOM, Michel Martelly, así como también por la Ley de Promoción Comercial hasta 2020, aprobada por la administración de Barack Obama. A cambio de las “preferencias” unilaterales que esta ley le otorgará a las exportaciones caribeñas hacia Estados Unidos, los gobiernos integrantes de la CARICOM, al igual que el de República Dominicana,
mantendrán con sus contrapartes estadounidenses diversos acuerdos en el campo de “la seguridad no tradicional”, los que continuarán siendo financiados con los multimillonarios fondos destinados a la Iniciativa para la Seguridad de la Cuenca del Caribe (CBSI, por sus siglas en inglés), aprobados por el gobierno de Obama en 2009, y aún vigentes. 

38.- Otro de los objetivos generales de la política estadounidense en la región, será consolidar la integración subordinada de México, y en la misma medida fortalecer la dominación sobre todos los estados nacionales ubicados en el istmo centroamericano y en el Caribe insular y continental, con vistas a preservar su control sobre los recursos naturales, energéticos, y los bienes comunes, incluidos los diversos espacios geoestratégicos existentes en el llamado Gran Caribe. 

39.- Adicionalmente, el gobierno de los Estados Unidos, cualquiera que este sea, continuará desplegando diversas estrategias dirigidas a subordinar a sus intereses geopolíticos y geoeconómicos a los gobiernos de todos los estados nacionales del Hemisferio Occidental ubicados en el llamado “Arco del Pacífico”. En este empeño, seguirá respaldando la ampliación y profundización de la ya referida Alianza para el Pacífico, al igual que su articulación con el TPP que, como fuera expuesto, continuarán negociando con los gobiernos de diferentes estados de esa zona del mundo. 

40.- Al mismo tiempo, los Estados Unidos persistirán en su conducta dirigida a contrarrestar las amenazas planteadas a su “liderazgo” en el Hemisferio Occidental y, específicamente, en Suramérica. La paulatina, inconclusa y aún incierta transformación de Brasil en una potencia global, contrastará con los intereses geopolíticos, geoeconómicos y geoestratégicos estadounidenses en las cuencas de los ríos Amazonas y de la Plata, al igual que en el Atlántico Sur. Con tales fines, mantendrán su apoyo sibilino o su silencio cómplice a las acciones que desarrollarán los principales sectores de la derecha brasileña con miras a desestabilizar y, si fuera posible, derrocar al actual gobierno de ese país. Simultáneamente, tratarán de evitar la continuidad de las políticas que califican como anti-estadounidenses o “populistas radicales”, aplicadas por los sucesivos gobiernos del Frente para la Victoria en Argentina, desde el 2003 hasta la
actualidad. En ese contexto, y cualquiera que sea el resultado de las elecciones presidenciales que se celebrarán en Estados Unidos a finales del presente año, los grupos dominantes en ese país y sus aliados argentinos continuarán emprendiendo diferentes cursos de acción orientados a atenuar u obstaculizar las coincidencias entre los actuales gobiernos de Brasil y Argentina, y a agudizar las contradicciones ya existentes, y las que en el futuro pudieran suscitarse, con el actual gobierno del Frente Amplio uruguayo. Entre otras razones, porque este último continuará su política dirigida a estrechar sus vínculos con Estados Unidos. 

41.- El cumplimiento de los objetivos antes mencionados, al igual que el consiguiente respaldo a los gobiernos conservadores en Paraguay, y la continuidad de las acciones dirigidas a evitar los avances políticos que ha venido obteniendo el Frente Guasú, también perseguirán, por parte de Estados Unidos y sus aliados en las oligarquías nacionales, impedir la reforma y ampliación del MERCOSUR y evitar la profundización de la UNASUR. En línea con este último propósito, se mantendrán y fortalecerán los acuerdos de “libre comercio” y los relativos a la defensa y la “seguridad interamericana”, firmados por Estados Unidos con los actuales gobiernos de Colombia, Chile y Perú. En el caso de Colombia, particularmente, dichos acuerdos se mantendrán cualesquiera que sean los resultados de las negociaciones que se efectúan entre representantes del gobierno y de las organizaciones insurgentes de ese país. 

42.- De igual modo, el gobierno estadounidense continuará aplicando diversas estrategias destinadas a dificultar la institucionalización y la profundización del acervo político y las prácticas diplomáticas de la CELAC. Del mismo modo, aquellas que dificulten el adecuado cumplimiento de los diferentes tratados, acuerdos y planes de acción que se aprueben en las Cumbres de las Américas, las reuniones de sus ministros de Defensa, de Seguridad Pública y de Justicia, de los Fiscales Generales (MISPA y REMSA, en el lenguaje de la OEA), al igual que por parte de los principales órganos político-militares y político-jurídicos del Sistema Interamericano; en fin, se opondrá a cualquier intento, en cualquier espacio político, que pudiera representar un cuestionamiento, no necesariamente radical, a su proyectada hegemonía en las Américas. 

43.- La Junta Interamericana de Defensa continuará impulsando las Conferencias de Jefes de Ejército, Marina y Aviación, así como los diversos ejercicios militares que se han venido realizando al amparo del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), firmado por el gobierno estadounidense y por algunos gobiernos de la región en 1947. A pesar de que varios gobiernos latinoamericanos han anunciado su renuncia a ese vetusto tratado, tanto el Departamento de Estado como el de Defensa de Estados Unidos continuarán defendiendo su vigencia ante supuestas amenazas “extra continentales” que tendría que enfrentar el Hemisferio Occidental en el futuro. 

44.- Con ese y otros fines, el actual y el futuro gobierno de los Estados Unidos seguirán impulsando la reforma y “revitalización” de la OEA, plasmada en La Política de Defensa para el Hemisferio Occidental hasta el 2023, difundida por el Pentágono en octubre de 2012 y en la Ley que al respecto firmara el presidente Barack Obama a finales de 2013. Sobre la base de esta Ley, y de sus sesgados enfoques sobre los derechos humanos y las libertades fundamentales contenidos en la Carta Democrática Interamericana, en los años venideros el Departamento de Estado emprenderá diversas acciones orientadas a la inútil aspiración de revitalizar la OEA para que siga siendo, desde su perspectiva, el foro primordial para defender “la paz y la seguridad interamericanas, fortalecer el cada vez más cuestionado Sistema Interamericano de Derechos Humanos, promover y consolidar la democracia liberal y burguesa, solucionar las disputas regionales, fomentar el
crecimiento económico, la cooperación para el desarrollo y la facilitación del comercio, así como para analizar los problemas que representan para la seguridad interamericana las migraciones incontroladas, el tráfico ilegal de drogas y el crimen transnacional organizado. 

45.- Tomando como pretextos estas y otras amenazas (el tráfico de armas y de personas, el lavado de dinero), la maquinaria de la política exterior de defensa y seguridad de los Estados Unidos continuará respaldando la Iniciativa Mérida y la “guerra contra las drogas” que el actual gobierno mexicano ha seguido promoviendo. Sobre la base de los acuerdos adoptados en la Cumbre de América del Norte, efectuada en Toluca, México, a comienzo de 2014, y en coordinación con sus correspondientes contrapartes mexicanas y canadienses, el gobierno estadounidense impulsará la Iniciativa Regional para la Seguridad Centroamericana (CARSI, por sus siglas en inglés) y el denominado Plan Biden para el Triángulo Norte Centroamericano. 

46.- Asimismo, se fortalecerán todos los acuerdos vinculados con la Seguridad Regional firmados por Estados Unidos con el actual gobierno de Colombia. Sobre tales bases y las presuntamente exitosas experiencias acumuladas en la lucha contra la subversión, el narcotráfico y el narcoterrorismo, y en coordinación con el Comando Sur de las fuerzas estadounidenses (SOUTHCOM, por sus siglas en inglés), las fuerzas militares y policiales colombianas seguirán brindando entrenamiento a miles de oficiales militares y policiales de diferentes países de América Latina y el Caribe, en particular de México y Centroamérica, República Dominicana, Ecuador, Perú y Paraguay. 

47.- Todas las estrategias contrarrevolucionarias de los Estados Unidos y de sus principales aliados en el Hemisferio Occidental, encontrarán resistencia en los diversos movimientos sociales y políticos latinoamericanos y caribeños, incluidos los que luchan por la total descolonización del Caribe insular. En contraste con la reacciones que se producirán en los territorios colonizados por Francia, Gran Bretaña y Holanda, en el caso de Puerto Rico la resistencia será mayor, lo que propiciará el respaldo a la descolonización de ese archipiélago, el cual, pese a la oposición estadounidense y de sus aliados internos, continuará expresándose tanto en los marcos de la CELAC como en el Comité de Descolonización de la ONU, al igual que en otros foros no gubernamentales de la región. Estimulados por la creciente resistencia del pueblo haitiano y por la crisis de legitimidad que está afectando al gobierno de ese país, en dichos foros también
crecerá la exigencia de que sean retiradas las fuerzas de la MINUSTAH que, siguiendo un mandato del antidemocrático Consejo de Seguridad de la ONU, mantienen ocupado a Haití desde hace más de una década. 

48.- En lo específico, el apoyo a la luchas por la independencia de Puerto Rico y de los demás territorios sometidos a diferentes formas de dominación colonial en el Caribe, será más consistente por parte de los gobiernos integrantes del ALBA–TCP. Este proyecto integracionista continuará consolidándose como mecanismo de concertación política e impulsando acuerdos de cooperación como PETROCARIBE, así como los que se han venido implementando en Haití antes y después del terremoto de 2010. 

49.- Sin embargo, se ralentizarán los diferentes acuerdos económicos existentes en el ALBA-TCP, tales como las empresas y los proyectos gran nacionales, el Banco del ALBA y el SUCRE, así como otros acuerdos de cooperación en el campo social, como consecuencia de la contraofensiva plutocrática-imperialista contra los gobiernos de la República Bolivariana de Venezuela y de otros países integrantes de la alianza. Esa contraofensiva tendrá un impacto negativo en la CARICOM y el SICA; igualmente, le creará dificultades al proceso de reforma y ampliación del MERCOSUR y a la profundización de UNASUR. 

50.- No obstante, la CELAC continuará ampliando sus potencialidades para desempeñar un papel más importante en la edificación del sistema multipolar que, contra la voluntad política estadounidense, se ha venido gestando en los años más recientes, así como para convertirse en un eficaz mecanismo de diálogo político y de cooperación económica con los actuales gobiernos de la República Popular China, la Federación de Rusia y de otras potencias emergentes que integran el Grupo BRICS. De similar manera, con los gobiernos de los 27 estados actualmente integrantes de la UE, y con otras organizaciones internacionales en las que también participan los gobiernos de África y Asia, como sería el caso del Movimiento de Países No Alineados (NOAL) y el Grupo de los 77+China (G-77). 

51.- Empero, a causa de sus debilidades institucionales, de la heterogeneidad política e ideológica de los gobiernos de los 33 estados que la componen, la CELAC no romperá con los principales órganos político-militares y político-jurídicos que componen el Sistema Interamericano. Mucho menos porque la mayoría de los gobiernos de los estados de mayor desarrollo relativo de América Latina (en particular los de Brasil, Chile, Colombia, México y Perú), al igual que los estados independientes que integran la CARICOM, y República Dominicana, mantendrán sus correspondientes compromisos con los Estados Unidos y Canadá en los campos de la seguridad, el comercio, las finanzas, la energía, la ciencia, la tecnología y en otros asuntos multilaterales.